Los que hayan leído «Radiografía de una revolución», el capítulo estrella de Sinfonía en rojo mayor [1] —publicado aquí en Infokratia porque corren ríos de tinta en la Red—, donde se desvela el secreto del triunfo de la Revolución rusa, como fruto de una de tantas conjuras de las elites judaicas espinosistas —cuya punta de lanza es la Finanza Internacional y sus subordinadas, la Masonería y la Judería— para alcanzar el Dominio total sobre la humanidad, posiblemente se habrán dado cuenta que pertenece al género de obra anti-contubernio judeo-masónico-comunista, muy en boga en la primera mitad del siglo XX.
Al caer en mis manos el libro, publicado en 1950, y ver que había sido publicado y presuntamente traducido del ruso por un tal Mauricio Carlavilla, hizo que me interesara por este personaje. No hay mucho en la Red, más bien breves reseñas y que, en general, son solapadamente descalificadoras, aunque de ellas se deduce una vida interesantísima, digna de llevarse a la gran pantalla —habría sido la delicia de un director como Herzog—: policía secreta con Alfonso XIII en la lucha contra elementos y organizaciones subversivas, se las arregló para que le encargasen a él un atentado contra el rey; en la República, consiguió que las órdenes de arresto contra él cayeran en sus manos; participó en el intento de salvamento de José Antonio Primo de Rivera… y, además, escritor y editor de libros de denuncia conspirativa.
«Asesinos de España»
Indagando aún más, me encuentro con el único artículo extenso que trata de su vida, obra e ideología, escrito por un tal Eduardo Connolly y publicado en la revista Hibris — Revista de Bibliofilia [2], una revista que desconocía pero que tiene muy buena pinta. Por desgracia, está descatalogado —hasta me ha sido imposible averiguar en qué número se publicó— por lo que cuelgo lo que está por la Red, sin garantías de su integridad ni fidelidad.
Aparte de comenzar señalalando el encanto de las teorías conspirativas como «llave» de la interpretación y predicción histórica, retrata con bastante prolijidad a «Mauricio Karl» (pseudónimo con el que se dio a conocer y es recordado), y señala el acierto que tuvo en sus análisis —quizá equivocado en las causas, pero no en los hechos anunciados— que, en muchos casos, han resultado proféticos (*), de lo que se deduce que, aunque no tuviera la «llave» de la Historia, sí probablemente dispusiera de una buena «ganzúa», fruto de un fuerte intelecto intuitivo y de su experiencia profesional en las «cloacas del Estado». Y aquí les dejo con el más que interesante artículo, con algunos comentarios propios, señalados en el texto con asteriscos para distinguirlos de los originales.