Las continuas sorpresas del papa Francisco desde su llegada al Pontificado suponen, además de una corriente de aire fresco un importante cambio teológico, que lleva a cabosobre todo con signos y desde la pastoral. ¡Bendito cambio!Pero ha habido algunas declaraciones, p. ej., la necesidad del respeto a la conciencia subjetiva o la nítida defensa de la laicidad del Estado, que suponen un cambio fundamental en la actitud de la iglesia respecto a la intimidad de las personas y en su relación con la sociedad.
Desde el comienzo su principal obsesión ha sido hablar de «la iglesia pobre y para los pobres» como necesario punto de partida para su renovación. Hacía mucho tiempo que no se sentía este discurso tantas veces reiterado como él lo hace y con tanta sensación de sinceridad. Pero, más allá de esto, las propuestas citadas, otras parecidas, suponen situar a la iglesia en actitud de servidora, orientar su acción pastoral hacia lo que le es propio: hablar de Dios y dar consuelo. Y a la vez es el reconocimiento de la adultez del mundo sobre lo que la humanidad ya tiene criterios: la convivencia humana, la ciencia, la moral. En definitiva es el retorno al espíritu más profundo del Vaticano II.
Pero ni el mundo de hoy ni la iglesia son los mismos de hace cincuenta años, cuando terminó el Concilio. La preocupación fundamental del Concilio fue iniciar el diálogo de la iglesia con el mundo. El mundo ha cambiado sustancialmente en todas sus estructuras y sobre todo ha avanzado de manera imparable en la conciencia de su autonomía frente a la religión y la iglesia. Tampoco la iglesia es la misma de entonces, pero, sobre todo en los últimos treinta y cinco años, ha caminado hacia atrás, en dirección contraria. La ruptura del diálogo, el alejamiento mutuo, es hoy mucho más profunda que antes. Definitivamente la iglesia debe plantearse una nueva manera de estar en el mundo. Los gestos y palabras de Francisco son un regalo, una oportunidad y apuntan en esta dirección.
Las palabras que vienen a continuación sólo pretenden dar unas pinceladas tanto de la diagnosis del momento en que vivimos en relación a la fe, como de los caminos a seguir, al entender de muchos y desde la fidelidad al evangelio